jueves, 1 de octubre de 2009

Fosa Orbital N° 44 de 16 de septiembre

Tuve un sueño en esos últimos segundos en donde uno no sabe si está despierto o dormido o todavía cree ser aquel sonámbulo de una historia. Tengo aún la fresca sensación de emoción en mi rostro. Miro a la ventana y un haz de luz inunda el rocío que ronda por mi habitación. No sé la verdad si todavía sigo soñando o tal vez deba vivir dentro de un sueño y alimentarme no tanto de él como de su rastro.

Ya lo sé… un rastro de rocío, que perfume, que acaricie, que con el movimiento lento de sus manos y una suerte de rostro atento y alegre, invite a la vida tranquila. Es casi ese sueño un regalo, un brindis por la decisión urgente de un cambio o un acompasamiento musical. En el sueño estaba de viaje en un lugar muy lejos de mi país natal y hubo un momento en que de repente aparecía mi madre. Creo sólo haberla visto a ella vestida muy hermosa y con la frente erguida y el cuerpo vibrante. Su vestido relucía a lo lejos y un corto cabello encanecido centraba mi atención en medio del público.

Antes de verla a ella, se sucedía en el lugar, un concierto de cámara, donde la mayoría de personas estaban sentadas escuchando. Del sonido de esa primer parte, no recuerdo mucho o quizá deba soñar de nuevo para inventarme esas melodías nunca antes escuchadas. A lo mejor sea una invitación a componer un sonido en una línea frágil de tiempo o remezclar los ruidos y los silencios que me acechan. Pero creo que a pesar de tener leves sospechas de lo que pasaba, aún no empezaba mi sueño. El sueño inició en los últimos segundos complementarios que decreta el árbitro para terminar el partido de fútbol o en las últimas estrofas que emanan de un himno cósmico.

En este programa seguimos la ruta del sueño, multiplicamos el aliento y compartimos recuerdos Misophone, Parov Stelar, Circlesquare, NHK, Balmorhea, Simone White, MUS

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